La velocidad de los días
en la que el sol despierta y duerme.
Se encienden las ciudades
lámparas habitables
por donde corremos más de una vez
buscando viajar a cualquier lugar
que quizás no esté en este mundo, tal vez.
La velocidad de la noche
brilla cuando todos apagan su mente
el canal de los sueños,
cerrar ventanas, ojos,
párpados cansados,
y yo buscando.
Cuando algo importa
el tiempo resbala como gota
como lágrima
sobre una manzana,
soledad roja y mal acompañada
solo me queda una manzana
roja y mordida.
La adicción se marca en la piel,
brazos con ríos de sangre,
la adicción deja cicatrices
mordisco de bendición
que nos expulso del edén,
guiaban los dedos
que caminaban por el paraíso
que navegaban por tu vientre.
Los gritos del alma
mordiscos al corazón
perdidos por las ciudades
laberintos en calles
laberintos las líneas de sus manos.
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