
Roces que se estacan en la memoria.
Huellas marcadas que encendían el deseo.
Fuego, queríamos ser líquidos para mezclarse.
Evaporarse.
El humo de tus labios jugando a tocarse y asustarse.
Ser grises como el humo de tabaco.
Pero tú soñabas en ser humo rojo y yo azul.
Jugando a doblarse, a envolverse y girar.
Tú roja como el fuego
yo el azul del mar,
oleaje, me elevo en tu presencia
desvanezco en tu ausencia.
Con el miedo a volverme sólido,
y en la caída roperme,
tu juguete favorito de litio.
Pero ardes, y nos mezclamos en llamas.
Hasta ser cenizas, que arraigarán.
Hasta ser virutas.
Virutas al rojo vivo.
Que vuelan y bailan en círculos,
en forma de huracán hambriento.
Por más, por más, más (ah...)
Virutas que bailan en la noche fogosa,
acompañadas del humo del hedonismo
que fueron dos frágiles líquidos,
al chocar, y ser uno mismo.
Que muerde,
la necesidad del uno al otro,
a veces con miedo,
a veces teniendo en cuenta que todo daba igual.
Sueños de fuego,
bailan las virutas por su cuello.
Guerra de líquidos,
el humo de ellos,
el roce nos hacia volar
sin importar el que estuviéramos en el suelo.
abrazábamos el cielo.
Sueños de fuego atacando,
guerra de líquidos quemando.
Aunque acabe en cenizas por enterrar.
Juegos que nos solían quemar.
Yo nunca quería ganar
No quería ganar
Quería no dejar de jugar
No dejar de luchar
No perder
No arder
100793101010100793
397001700139793100
Y contar cuantas veces me perdí
¿Quién cuenta ahora?
¿Qué chispa vuela ahora?
¿Quién me dice ahora que dos más dos son cinco?
¿Quién me advierte de que me asfixiaré en tus mantas?
¿Quién arde? ¿Quién olvida?
¿Quién me obliga a callar?
¿Quién me obliga a dejar de soñar?
Líquida guerra.
Evaporarme.
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